4 de abril, 2025
Impulso libre

La patria nos pide cambio

Por: Arath Monterrubio Martínez
*Discurso presentando en el concurso nacional de oratoria Lic. Benito Juárez García, en la ciudad de Oaxaca, tierra de los guajos.
México, tierra llena de vida, naturaleza, cultura y carácter; tiene tanto y a la vez tan pero tan poco. ¿Y de quién es la culpa de que estemos viviendo por debajo de nuestros privilegios, tan debajo de lo que podriamos? La culpa ha sido mía, tuya. Sí, de todos ustedes que están sentados, de todos nosotros. México, el lugar que nos ha dado mucho: país, patria, hogar, trabajo, vida, sustento… Todo.

Damas y caballeros, hermanas y hermanos, mexicanos y mexicanas. Hoy me dirijo a ustedes con una verdad incómoda, pero ineludible: la existencia del rechazo y odio entre mexicanos, ese odio que ha opacado el amar a México y a su gente por sobre lo demás, el malinchismo y el racismo entre nosotros cuando esto no es un mal ajeno; y no es solo una enfermedad que aquejaba a las generaciones pasadas únicamente, este odio es un cáncer que ha carcomido nuestras instituciones, nuestra economía, la justicia, la ética, el progreso y, sobre todo, nuestra moral como sociedad. Lo más grave es que todos, en mayor o menor medida, hemos sido partícipes de este mal. Malinchismo, racismo, clasismo, exclusión, intolerancia y falta de empatía, tanto que el Gobierno de México ha diseñado un programa para erradicarlo, ¡qué irónico!

El rechazo a los demás con que vivimos en México ya no debe continuar, debemos unirnos por un mejor país. Debe cesar la segregación entre mexicanos que se ha arraigado más y más en estos años, por discursos políticos e ideas partidarias; también debe terminar el tráfico de influencias entre sociedades, líderes y gobernantes. Hemos normalizado estas acciones, hemos abierto esta brecha entre cada uno de nosotros, y así hemos dañado a México.

Mas llegó el momento de unirnos. Dejar atrás el separarnos y tenernos maldad por ser diferentes. No más divisiones: que si somos gachupines, chilangos, whitexicans, indígenas, godínez, regios… dejar estas etiquetas y esa mirada de asco al convivir. Asco nos debería dar tratarnos mal si somos entes de la misma madre patria, No pensemos más en las clases sociales, económicas, grupos minoristas, ideas partidarias y culturas que nos distinguen cuando somos uno solo pueblo, un solo país, un solo México para actuar. Como cuando nos unimos (escribir sobre el temblor…).

Nos quejamos de los políticos corruptos, y de lo que ha hecho nuestro gobierno por años. El gobierno que tenemos y los que hemos tenido son un claro ejemplo del actuar de los mexicanos: tenemos el gobierno que nos merecemos, porque es lo que somos. Nos indignamos con los fraudes, pero justificamos nuestras pequeñas trampas diarias. ¿Cómo podemos exigir un México mejor si no estamos dispuestos a cambiar nosotros mismos?

No hay envidia pequeña ni insignificante. Cada acto deshonesto, hipócrita, envidioso y lleno de dolo hacia otro mexicano es un ladrillo añadido a ese muro cada vez más grande que nos separa del país que queremos, a ese país que anhelamos. Cada omisión contribuye a fortalecer un sistema donde el ver al otro mal, reina; donde la ayuda sincera y motivación es un privilegio, no una costumbre.

México no cambiará con discursos grandilocuentes ni con reformas escritas en papel. Cambiará cuando nosotros, los ciudadanos, decidamos erradicar ya este sentir desde la raíz. Cuando dejemos de justificar nuestro actuar colectivo con frases como “así soy yo”, “así somos todos” o “soy mejor que él y como soy mejor no lo voy ayudar, y como tengo poder, me lo voy a fregar”. Cambiará cuando rechacemos la indiferencia entre nosotros, cuando denunciemos la malversación, cuando exijamos transparencia a nosotros mismos, y veamos con ojos de amor a México a nuestro pueblo.

El cambio empieza en lo cotidiano. Empieza cuando nos negamos a dar una mordida, aunque nos parezca la salida más fácil. Cuando apoyamos a alguien en la calle, en la oficina; con el simple hecho de ayudar, aunque no nos veamos beneficiados de manera inmediata, y aunque otros no lo hagan. Cuando educamos a nuestros hijos en la honestidad y la ética, para que no repitan los errores de generaciones pasadas. Empieza al entender que este Mal, este cáncer, no es un ente ajeno, sino una sombra que se alimenta de nuestra indiferencia y nuestra complicidad.

Si queremos un México justo, próspero y digno, tenemos que construirlo con acciones, no con quejas. Tenemos que erradicar este sesgo de nuestras vidas diarias, sin excepciones ni pretextos. Solo así podremos mirar a nuestros hijos a los ojos y decirles con orgullo: “Hicimos lo correcto por México”.
Para manifestar nuestro amor a México no hace falta palabras elegantes ni discursos largos, basta que hagamos bien lo que nos corresponde hacer a cada uno: el gobernante que ama y protege a su pueblo, la maestra que lleva el conocimiento al niño con amor, el soldado que defiende a su patria con orgullo, el médico que le devuelve la salud a un enfermo con esperanza, el juez que imparte justicia real, el campesino que vela la semilla con anhelo, el artista que crea belleza desde el corazón, ese estudiante que se esfuerza por aprender y salir adelante, el policía que impide el crimen y da esperanza, el comerciante honesto que crea trabajo y prosperidad; todos ellos, a lo mejor sin saberlo, con sus acciones están diciendo: “México, ¡TE AMO!”.

Debemos ser tolerantes, entender que no somos iguales, y no está mal discutir y debatir ideas. De hecho debemos estar dispuestos a abandonar algunas de ellas en la búsqueda de la excelencia, sí, estar dispuestos a mejorar, porque para construir debemos destruir. Y no destruir las buenas costumbres, lo virtuoso, lo puro y lo digno de emulación porque a esto aspiramos como mexicanos. Aspiramos a un México brillante, fuerte, nuevo, vigoroso, libre y todo comienza aquí en nosotros, público, compañeros y jueces.

Vamos a comenzar aquí mismos a ayudarnos entre nosotros, vamos a empezar a crear este mejor país, ¿estamos listos para llevar a México al siguiente nivel, llevar a México a donde debe estar? ¿Estamos listos? El futuro de México está en nuestras manos. La pregunta es: ¿seremos parte del problema o parte de la solución? Esta decisión es nuestra. Y el momento de actuar ha llegado a la puerta y está tocado hoy y ahora.
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